Bonaventura (extracto)







CODA:       Me he sentido culpable del óbito de Bernarda por razones que no acabo de entender. De ello que no sea extraño que hubo noches en las que me desperté en sueños tras haber reinventado en mi mente este crimen. En brazos de Morfeo, los fragmentos de la culpabilidad se unían y adquirían formas definidas hasta que revivía lo que sólo podía conocer con la imaginación. Me veía atravesando un camino de la huerta de Valencia en el interior de una noche espesa. Llegaba hasta una casa abandonada donde encontraba azorado a Daniel, vestido como Bernarda, a quien se le caía su peluca falsa. Dudaba si inclinarse a por ella y esa fracción de tiempo era la que le llevaba a la muerte. El asesino se había situado a su espalda, con el cuchillo en la mano, tiraba de su pelo auténtico hacia atrás y le hundía la punta de su puñal en el cuello para atravesarle la garganta. Bernarda no gritaba.
    Después, la bestia se inclinaba sobre el cuerpo que abría torpemente con su cuchillo y comenzaba a devorar con el ansia de un lobo hambriento. En una esquina se hallaba el Conde de Sallent, que miraba asustado, lloriqueando como un niño, implorante por su vida. Manaba sangre de una herida que tenía en la cabeza y se veía que acaba de recuperar la conciencia de un golpe. Estaba maniatado, contemplando la escena con ojos temerosos. Y mientras él permanecía en el suelo, un rayo de luz de luna incidía en el rostro del asesino, que estaba ocupado comiendo las entrañas de Bernarda. La bestia levantaba entonces su cabeza y podía ver en sus labios la sangre del muerto, pedazos de la carne que masticaba adheridos a su semblante, así como sus facciones, que me eran conocidas. Tardaba unos instantes en darme cuenta de que el monstruo era yo y entonces me despertaba.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una muerte (cuento)

La falla de Picasso (cuento)

Sangre de placer