El vampiro ha sido el camino más corto a la hora de plasmar el sexo en cine, la brújula más directa para localizar el pecado. El sexo como un monstruo que nos asalta por la noche cuando dormimos ( Nosferatu, 1922, F.W. Murnau), el sexo con ‘glamour’ de los años treinta (Bela Lugosi – Dracula , 1931, Tod Browning– con un esmoquin de fiesta), el sexo como un animal que no podemos controlar, dieron pie a que con el tiempo el vampiro se convirtiera en metáfora de la liberación sexual (encarnado en los filmes de la Hammer por el elegante Christopher Lee), perseguido por las autoridades y el orden establecido (que representaba la sobriedad de Peter Cushing). Pero los vampiros también han sido aquellos que emplean el sexo como arma de dominación a través de la belleza (los no muertos de El ansia, 1983, Tony Scott, prototipos de la beautiful people de los ochenta, tan elegantes, tan hermosos). Dientes del pecado, sangre de placer, el vampiro es la imagen más adulta (que no madura) del ci
Comentarios
Publicar un comentario